domingo, 4 de septiembre de 2011

Abuelos vs. cajeros automáticos (primera parte)

Nuestro gobierno (argentino), a través de su banca oficial y privada, ha dictado normas que ordenan el pago de jubilaciones, pensiones o subsidios a través de los cajeros automáticos ubicados en miles de entidades bancarias de nuestro país.


     La medida obedece, por una parte, a evitarle al jubilado o pensionado las largas y tediosas colas que se forman a diario frente los cajeros de los bancos -esto sucede durante varios días al mes-, y por otro lado, otorgarle cierta “seguridad” ante terceros, si tenemos en cuenta la visibilidad de esa acción que tenía antes, cuando retiraba dinero de una ventanilla. (Las comillas, son a propósito de lo que se pretendió lograr con esta norma. Lejos de proteger a los usuarios de los cajeros automáticos, éstos se han fabricado e instalado de tal manera que cualquier transeúnte o peatón, o incluso quien concurre al banco para otro trámite, puede ver y observar a quien está dentro del cajero y qué es lo que está haciendo, con el riesgo que esto significa para el indefenso abuelo).

     La norma no está del todo equivocada en estos dos aspectos, aunque hay que reconocer que no todos los jubilados o pensionados tienen conocimiento del manejo u operabilidad de una máquina o robot digital, la que no sólo los desconcierta -a pesar de haber recibido indicaciones de un empleado u ordenanza bancario en las primeras visitas-, sino que lo mal predispone en cuanto a tener que recordar su funcionamiento y/o a dar soluciones ante una dificultad en el proceso del trámite.

     Si la operación de retiro se dilata en el tiempo ¡pobre jubilado! Al salir del habitáculo, tendrá que soportar -en forma verbal o a través de miradas airadas- las protestas e insultos de quienes aguardan afuera, pacientemente, formando cola.

     Pero... ¿cómo? dirás tú... ¡Si le han puesto el cajero automático para que no hagan más cola afuera o dentro del banco!

     La cola no se eliminó, simplemente se trasladó a otro lugar del banco, mejor dicho, fuera del establecimiento bancario, ¡a la intemperie! Cuando cobraba sus haberes por ventanilla, el abuelo disponía de por lo menos un beneficio en los días de mal tiempo: permanecer dentro del banco hasta que la situación meteorológica cambiara o le permitiera regresar a su casa.

     Avances en cuanto a la tecnología y sus nuevas formas de uso ocurren minuto a minuto. Es de esperar que surja de la inventiva especializada alguna acción que permita al jubilado realizar un trámite normal sin que le cause trauma alguno, y le evite ser otra víctima más de ladrones, motochorros, delatores atentos, que pululan dentro y fuera de las entidades bancarias, prestos a la vulnerabilidad de sus clientes.

¿Qué opinas de este “avance tecnológico” para nuestros abuelos?


¿Crees que es viable esta medida de ofrecer una máquina o robot a una persona que no está preparada para su operatividad y/o le cuesta asimilar las instrucciones necesarias para su uso?





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tus comentarios o consultas aquí. Gracias