Hoy conoceremos un poco más sobre este tema que salió a la luz hace poco tiempo. Te ofrecemos la entrevista al Dr. Francisco Occhiuzzi publicada en el sitio web de Radio María
"La Broncemia, una enfermedad de la medicina moderna
Los broncémicos son aquellos que sueñan con tener su estatua de bronce bien exhibida. Es una actitud de soberbia.
“Si nunca miras hacia arriba, siempre pensarás que eres el punto más alto”. Anónimo
VLF: Los broncémicos son aquellos que sueñan con tener su estatua de bronce bien exhibida. La broncemia es una enfermedad poco conocida con este nombre, pero en realidad es muy común y todos en algún momento la padecimos.
FO: Si nos trasladáramos a la época de Adán, al dejarse tentar para quererse parecer a Dios, ese gesto de soberbia es lo que hace que Adán sea corrido del paraíso. A eso se le dio mucha importancia a nivel del cristianismo y de entidades religiosas. Es una de las virtudes capitales, la humildad es prácticamente el único remedio que tenemos para combatirla.
VLF: San Agustín tenía una definición sobre la soberbia: “La soberbia no es grandeza sino hinchazón. Y lo que está hinchado, parece grande pero no está sano”. Otra definición de soberbia es la que señala tres características: subirse a un trono, querer todo para uno y no querer dejar actuar a los demás. Esta enfermedad, según has dicho, atraviesa por dos etapas. ¿Cuáles son?
FO: Narciso Hernández hablaba de esas dos etapas. La primera, la “importantitis”. El afectado por esa importantitis se creía merecedor de todos los honores. Cuando su bronce en sangre aumentaba, pasaba a la otra etapa: la “inmortalitis”, donde pensaba que la humanidad debía sentirse orgullosa de su paso por la tierra. El broncémico cree que es lógico que su esfinge se exhiba en estatuas de bronce, que canten su inmortalidad en cualquier parte: en su lugar de trabajo, en su ciudad… Él hablaba de un bronce que empezaba por los pies, después subía, llegaba al corazón, y ya quedaban con poco afecto hacia los demás, perdían la sonrisa, y caminaban arrastrando los pies (según decían algunos: no caminan. Se desplazan). Cuando el bronce les llegaba al cerebro ya se creía una estatua íntegra e inmortal.
Creo que el medio ecológico ideal para el contagio y desarrollo de esta enfermedad es la universidad y todos aquellos lugares que presumen un alto nivel de intelectualidad: directores de empresas, clubes deportivos de renombre, e incluso en instituciones religiosas. También en la clase política: al comenzar a ocupar cargos de importancia, es como que se transforman y quieren inmortalizarse en el bronce: allí aparecen lugares, obras que llevan su nombre tratando de perpetuar su memoria.
Cuando yo comencé a interesarme por este tema, pensé que esto se daba en personas a partir, aproximadamente, de 50 años, con una vida intelectual y profesional más o menos cumplida. Conocí médicos que recorrían las camas de los hospitales como si los enfermos fueran personas que estaban ahí, enfermas, y actuaban sobre la enfermedad y no sobre la persona, porque se sentían superiores. Llama la atención los broncémicos a cualquier edad y en cualquier nivel: tenemos broncémicos no sólo entre los profesores sino también entre los alumnos, no sólo entre los médicos sino también entre los residentes y hasta entre los pacientes. Son esos pacientes que llegan a la sala de espera sin turno, entran sin saludar a nadie y quieren ser atendidos inmediatamente antes que los otros. Y si tienen turno suelen faltar a la cita médica sin siquiera tener la atención de avisar. Los broncémicos no aprecian las cualidades de los otros, no reconocen las cosas buenas que hacen los demás, no felicitan a nadie. Miran a los otros por encima de sus hombros. No los empequeñecen sino que simplemente los distancian de ellos. Es posible que si uno está hablando con un broncémico, pueda irse sin que siquiera se de cuenta y siga hablando solo, con su discurso egolátrico. Piensan que no tienen que escuchar a otros porque todo lo saben, hacen las cosas mejor que los otros. Hablan como ‘subidos sobre un pedestal’. Hay posturas corporales, la forma de caminar que los caracterizan.
VLF: ¿Por qué la parte intelectual le gana al corazón? ¿Qué hay que hacer para que esto no suceda?
FO: Creo que naturalmente, cualquier cosa que nos alague, hace que nos sintamos orgullosos. Pero el orgullo no es lo mismo que la soberbia. Pero el poder saber el límite que uno tiene, sentir que no por sentirse orgulloso por algo uno está por encima de los demás, no es soberbia. El orgullo por una causa noble hasta puede considerarse una virtud. Pero la soberbia es inaceptable y a cualquier edad y en cualquier nivel estamos expuestos a que las cosas que nos alagan se conviertan en ‘gramos de bronce’ que comienzan a ingresar en nuestra sangre y nos conviertan poco a poco en broncémicos.
En el diario 'El cronista de Málaga', un periodista conocido de allí, Miguel Angel Santos Guerra, decía: ‘no comprendo a los broncémicos que se esmeran por permanecer en estatuas de bronce, cuando estamos acostumbrados a ver que las estatuas de bronce tienen todas sus cabezas sucias con excrementos de palomas y sus patas inertes orinadas por los perros”.
Para llegar. Baglietto
Necesito que me escuches un momento, compañero de fatigas y de azar,
eres alguien que quiero y que respeto y agradezco tu tiempo y tu amistad.
He roto el silencio de las hojas con un lápiz que me ha abierto en canal...
aunque parece que ser sincero asusta y por eso te vengo a preguntar.
Para llegar, he de ser leal, para llegar, he de continuar,
para llegar, he de ser capaz de convertir el sueño, con la antorcha en realidad.
Para ganar, he de ser leal, para ganar, he de continuar,
para ganar, ¿de qué sirve ganar? si no ganan conmigo los que vienen detrás.
He soñado como Martin Luther King que vivíamos juntos en un gran país,
con hombres y mujeres orgullosos de la carrera de principio al fin.
Y volviendo la página del tiempo, me he encontrado con un vendaval
de pasiones que matan en silencio y organizan la derrota de la paz.
VLF: Decías que el broncémico pierde la capacidad de sonreír. No solo pierde la capacidad de sonreír a los demás sino también de poder reírse de uno mismo ¿Cuáles son las consecuencias de esto?
PO: Eso produce el alejamiento de los demás. La persona soberbia es incapaz de compartir y por tanto se aísla. No pueden compartir la mesa, no pueden compartir ciertas cosas de cultura. La soberbia no es aceptada por nadie y por eso se van quedando solos.
VLF: ¿Se da por igual en hombres que en mujeres?
PO: No lo podría asegurar, pero dicen que en las mujeres se convierten en casos irreversibles.
VLF: Decías también que el broncémico tiene deseos de hablar, que está en relación inversa con su edad.
PO: Narciso Hernández hablaba de la ‘diarrea mental’: su cerebro deponía todo lo que le cabía para poder demostrarse superior a sus colegas. Para poder mantener el brillo de su bronce y poder evitar que se le oxide, el broncémico debía manifestar que tenía conocimiento de todo, y generalmente leía cosas de manera muy superficial y sobre eso hablaba como si conociera mucho. Generalmente aparentan lo que no son, aparentan lo que no tienen adentro. No necesitan escuchar a los otros porque todo lo saben, y eso es muy desagradable.
VLF: ¿Es esta una enfermedad actual o viene desde antes?
PO: Ya desde 300 años antes de Cristo, estaba Galeno, del cual todo el mundo conoce, que era un hombre muy soberbio, hablaba permanentemente de su fama, de su popularidad, del dinero que ganaba, y revestía todas sus curaciones con un halo de misterio para que parecieran milagrosas. 1.500 años antes de Cristo, en la India ya se da la clasificación de las clases sociales en 5 clases. De las dos primeras clases: la de los reyes y la de los médicos, se decía que descendían directamente de los dioses. Estudiando la historia de la medicina hablamos de Hipócrates que también se decía directamente descendiente de los dioses (y todavía en muchos lugares del mundo los médicos hacen el ‘juramento hipocrático’). Sin ninguna duda esto no es una cosa de ahora. Lo que pasa es que con el tema de Internet ahora tiene mucho más difusión.
De no ser lo que soy. José Luis Perales
De no ser lo que soy, me gustaría haber nacido libre
sin credos, ni ataduras ni doctrinas que amordazan y ahogan
y hacen irreversibles las heridas
De no ser lo que soy me gustaría ser el grito solidario
sin demoras ni horarios que los pobres, no pueden esperar
De no ser lo que soy me gustaría en un juego de magia
poder cambiar el llanto por la risa
que si un niño al nacer es bienvenido, nacer para sufrir es un contrasentido
De no ser lo que soy me gustaría desnudar de miseria
a este mundo que corre medio loco amasando fortunas
y empobreciendo el alma poco a poco
De no ser lo que soy me gustaría ser el dueño de las llaves
y conseguir la clave para que el hombre sea más feliz
De no ser lo que soy me gustaría borrar del diccionario
la palabra que duele, la mentira.
VLF: ¿Cómo se previene la broncemia?
PO: Los que podemos ayudar, debemos ayudar a otros que crezca en ellos la humildad y el espíritu de servicio. Y eso sólo se puede hacer con una acción cotidiana, permanente, con el ejemplo diario y luego la palabra. Los médicos, por ejemplo, enseñando a los residentes al tratar con los pacientes. Muchas veces los enfermos agradecen al médico. ¿Cuántas veces el médico agradece al enfermo el haber confiado en ellos? Pocas veces escuchamos eso. El agradecer a otros es característica de la persona humilde. Y el espíritu de servicio es el profundo deseo de satisfacer a aquellos que esperan cosas de nosotros, que nos buscan, que nos necesitan. El espíritu de servicio es una actitud, una forma de vida, una forma de sentir las cosas, sentir profundamente la humildad. Se respeta al otro, se desea ayudarlo. Y la persona que lo posee se retroalimenta sabiendo que le hace un bien a alguien, Y si además eso se hace en forma gratuita, el premio interior que se recibe, la satisfacción de saber que está haciendo algo por alguien, es enorme y no tiene precio. El servicio es un acto que no necesita el uso de la razón, es un acto instintivo: si yo alcanzo a alguien algo que se le cayó, es una acción buena, pero sólo eso.
Y lo primero es que el broncémico pueda reconocer que lo es. A veces el broncémico habla como si el problema lo tuvieran los otros y no alcanza a verlo en él mismo.
Me contaba una amiga, que realmente es humilde y trataba de inculcarle eso a sus familiares, que veía soberbia en algunos de ellos. Y me decía –ella es veterinaria-: de lo único que estoy segura es de que los únicos que no se van a contagiar de soberbia son mis pacientes. Con esto quiero decir: es difícil evitar la broncemia en los chicos jóvenes.
Hay una frase anónima que me gusta mucho y yo uso con mis alumnos: “Si nunca miras hacia arriba, siempre pensarás que eres el punto más alto”. Eso es una realidad. A mí me sirvió personalmente para cambiarme cuando comencé a sentir en mí la broncemia. Interiormente, en mi corazón, comencé a ocupar el lugar que yo tenía dentro de mi profesión y dentro de mis colegas. Con mucho orgullo pero sin soberbia digo que yo tengo tres premios nacionales de trabajos míos relacionados con la cirugía, que en algún momento me hicieron sentir en lo más alto. Pero en algún momento puse en una mesa todo lo que yo consideraba mis triunfos profesionales junto con mis fracasos, y ahí me encontré al ras de mi verdadera posición, y traté de evitar que cualquier cosa que pudiera fomentar mi broncemia quedara afuera. Tomar las cosas de una manera para evitar que el bronce se nos acumule, porque no somos más que los otros.
Es importante tratar de evitar la crítica de la actitud de los otros. La crítica hacia el otro, sobre todo entre colegas, no es buena. Los errores que comete el otro es muy posible que también nosotros podamos cometerlos. Creo que hacer ver la importancia de esto es una manera de estimular la humildad. Sean humildes hasta en el comentario con sus colegas.
Y una cosa es enseñarle a los otros, y otra cosa es educarlos. Enseñar es instruir. Educar es transmitir no sólo conocimientos sino además valores, costumbres, formas de actuar, de vivir. Y no sólo a través de nuestras palabras, sino fundamentalmente a través de nuestras acciones, de nuestros sentimientos, de nuestras actitudes. Es imposible hacer que el otro deje de lado la soberbia porque se lo digamos, como si fuera una orden. Eso tiene que salir de lo más profundo de nuestro corazón para que se le meta adentro la humildad y el espíritu de servicio, y no de un día para el otro, sino poco a poco.
A veces, por nuestra soberbia, consideramos que nuestros actos no son recompensados como debieran, que nos merecemos otra cosa. Cuando hacemos algo, debemos pensar que nuestro trabajo no puede medirse ni con dinero ni con reconocimiento si realmente tenemos al hacerlo una actitud de servicio.
Debemos insistir en tratar de estimular la humildad".
Muchas gracias Digna!
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