Continuación de las observaciones aportadas por William James (1) respecto al carácter.
Undécima conclusión
"Disciplina para los niños.
De todas las ideas de James, pocas más valiosas que las concernientes a la educación de los hijos. Numerosas madres tienen la idea (atribuida con razón o sin ella, a Sigmund Freud) de que el niño no se le debe disciplinar rigurosamente, si no se quiere lastimar su psiquis infantil. James no lo cree así.
Seguro de que todos nuestros actos se registran indeleblemente en nuestro cerebro y de que los hábitos que adquirimos entran a formar parte de nuestra personalidad, James juzga que una educación disciplinada es esencial, y dice: ‘El infierno que pudiéramos padecer en el más allá y de que nos habla la teología no sería peor que el que nos forjamos nosotros mismos en este mundo, al modelar nuestro carácter viciosamente en forma adversa. Si los jóvenes pudiesen comprender que en breve no serán sino vivientes manojos de hábitos, pondrían mayor cuidado en su conducta durante la edad dúctil”.
Duodécima conclusión
“Aprender no es siempre divertido.
James no se halla de acuerdo sino en parte con las teorías de educadores posteriores como John Dewey, fundadas en que la educación más eficaz proviene del espontáneo interés del alumno que aprende al mismo tiempo que satisface su curiosidad.
Dice James: ‘Es absurdo suponer que cada paso de la educación puede ser interesante. Se debe apelar con frecuencia al impulso acometedor. Haced al alumno avergonzarse de su miedo ante la escabrosidad de los quebrados o ante la ley de la caída de los cuerpos; despertad su pugnacidad y su orgullo, y avanzará contra los obstáculos con esa especie de íntimo furor contra sí propio que es una de sus mejores prendas morales. Una victoria obtenida en semejantes circunstancias se convierte en paso decisivo en la forja de su carácter’.
¿Con qué extrañeza recibirán ahora este consejo los millares de padres y maestros que nunca han exigido esfuerzo alguno de sus amados pequeñines?”.
(1) Psicólogo y filósofo. Nació el 11 de enero de 1842 en Nueva York, murió en Chocoroua, New Hampshire, (EE.UU.) el 26 de agosto de 1910.
Bruce Bliven, “Cada uno modela su propio carácter”, en Selecciones del Reader’s Digest, tomo XLI, número 242, enero de 1961.
Continúa en "El carácter" (undécima y última parte)
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