miércoles, 26 de octubre de 2011

El carácter (sexta parte)

Continuación de las observaciones aportadas por William James (1) respecto al carácter.

Sexta conclusión:


"Toda cosa que realizamos nos hace más fácil el realizarla de nuevo.
Ello es a causa de que ciertas corrientes eléctricas (en forma no bien comprendida aún) registran todo lo que nos acontece al abrir sendas de comunicación entre las neuronas cerebrales. Cuanto mayor es la frecuencia con que una acción se realiza, más profundas y más anchas (hablando metafóricamente) se hacen esas sendas. Por lo que, según James, el trazar en nuestro cerebro sendas buenas únicamente, es una forma de seguro.

     ‘El hombre que se ha sujetado a diario a ciertos hábitos de abnegación, de atención concentrada e intensa voluntad, se erguirá, firme como una torre, cuando todo se bambolee a su alrededor y cuando otros de sus semejantes, menos fuertes, se vean aventados como la paja al soplo del viento.


Sembrad una acción y cosecharéis un hábito;
sembrad un hábito y cosecharéis un carácter;
sembrad un carácter y cosecharéis vuestro destino'.

Nosotros mismos vamos tejiendo nuestra propia suerte, buena o mala, para jamás destejerla. Todo rasgo de virtud o vicio, aún el más pequeño, deja su huella, nunca demasiado leve.

     El borracho se disculpa de su última calaverada, diciendo: Esta no la cuento. Pues bien, podrá él dejar de contarla, pero ha contado, sin género de duda. A lo largo de sus células nerviosas y fibras musculares, las moléculas la han contado, registrado y almacenado, para esgrimirla contra él cuando venga la tentación siguiente.

     Nada de lo que hacemos, hablando en estricta exactitud científica, habrá de borrarse nunca. Como su lado malo, esta ley tiene también su lado bueno. Así como podemos convertirnos en borrachos a resultas de una sucesión de copitas tomadas separadamente, asimismo las acciones y horas de trabajo, una a una, pueden hacer de nosotros o santos, o sabios o peritos”.


(1) Psicólogo y filósofo. Nació el 11 de enero de 1842 en Nueva York, murió en Chocoroua, New Hampshire, (EE.UU.) el 26 de agosto de 1910.

Bruce Bliven, “Cada uno modela su propio carácter”, en Selecciones del Reader’s Digest, tomo XLI, número 242, enero de 1961.



Continúa en "El carácter" (séptima parte)



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